El Corral del Indianu (Asturias) – ReComiendo
El Sella recoge a su paso cuatro de las ocho estrellas Michelín de las que presume Asturias; cinco serían si tuviésemos en cuenta que La Salgar (Gijón) es propiedad de la familia Manzano, residente en el mismo pueblo que casi linda con el fastuoso río. Será por el paraje espectacular o por una casualidad del destino pero este cauce tan aburrido de descender (sí, lo intenté pensando que iban a ser unos rápidos divertidísimos y a la mitad del camino decidí que no era lo mío tanto empujar) me ha proporcionado fantásticos encuentros gastronómicos.
En cuanto a El Corral del Indianu, ¡qué homenaje a la tradición asturiana! Comentaba con Yolanda (jefa de sala y mujer de José) entre plato y plato la forma que tiene José Campoviejo de trabajar, terminando cada plato y con un reducidísimo equipo de cocina siguiendo un criterio en el que prima el producto y el sabor. Que hemos llegado a un punto en el que la obsesión por la técnica en algunas ocasiones eclipsa la rapidez final del plato y esto es lo que precisamente se busca evitar en el Corral.
Una pequeña sala de paso a una terraza cubierta y luminosa, bien agradable, en la que me siento y me preguntan qué comeré; me limito a ponerme en las manos del jefe. Comienzan así los aperitivos con un TREMENDO bombón de manzana, cabrales y chocolate blanco, absolutamente delicioso. Lo acompañan también un macarón de maíz y chorizo, un torto con guacamole y cebolla encurtida y una croqueta de ibéricos que, estado buenos, desmerecen al lado del bombón.
El pan de escanda, única variedad, y la mantequilla artesanal con tres tipos de sales estarán en la mesa durante toda la velada y a los tres primeros aperitivos se suma un cuarto, el boquerón encurtido con queso del rey silo y brotes.
Como primer plato está el que ya es un clásico, el tembloroso de afuega’l pitu con puntos picantes, anchoa y almendra tierna, delicado y sabroso.
Fantástico el espárrago blanco, cocido en su punto perfecto, con mandarina, su propio jugo, ajo negro, perretxikos laminados crudos, flores y brotes.
De Pescado me comentan antes de empezar que tienen salmón del sella y que debo probarlo, un pescado con el que está prohibido comerciar por lo que no aparece en su carta ya que está destinado simplemente a los vecinos del río. Cocido a muy baja temperatura y presentado sólo con su propio jugo de cocción, su piel crujiente y entre ésta y el pescado unos perretxikos, ¡qué salmón, madre mía! Nunca antes había probado un producto así, pura mantequilla, una delicia. Esto sí que es un lujo y una emoción.
Probé las fabes, com manda la tradición, muy ricas y nada despellejadas. Me encantó sobretodo la morcilla que las acompaña.
De carne un goxín asturcelta asado y prensado con crema de tomate cítrico, jugo de cebolla morada, col y rabanito, quizá lo que menos me convenció de la comida, puede porque todavía tuviese en mente el espárrago y el salmón, de una sutileza especial.
Para terminar un solo postre (no hay foto porque se me olvidó), el refrescante de manzana con jugo de granny, ésta misma en pedacitos y helado de manzana roja, un curioso helado que me daba toques de avellana pero que luego me confiesan que también lleva frambuesa.
De petits un macaron de chocolate y frambuesa y un muy buen bombón de chocolate con leche y lichi que me los tomo tranquilamente con un té verde.
Creo que establecidos hay dos menús, el degustación y uno tradicional, y luego, claro, a la carta, para que ustedes se sirvan.
Desde luego recomiendo la visita al paraje, y si pueden hacer dos paradas: una en Casa Marcial y otra aquí, mejor que mejor.
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